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Julio Fernández Baraibar

LA VIDA DE UN NIÑO BIEN MUY PARTICULAR

DIARIO DE CULTURA, MINISTERIO DE CULTURA DE LA NACIÓN 3 de noviembre de 2014. Escritor, asesor del Ministerio de Cultura de la Nación, miembro del Instituto Dorrego

 

Introducción

 

Bolchevique de Salón, el último libro del doctor Mario Rapoport, posiblemente el mejor historiador económico de la Argentina, debería ser considerado un verdadero acontecimiento en las librerías de todo el país.

El grueso volumen, escrito con prosa diáfana y hasta con la tensión dramática de una novela, reúne varios géneros: es una biografía de un personaje desconocido en general, pero que Rapoport rescata hasta convertirlo casi en paradigmático. Es una historia de la Argentina agroexportadora y una historia política y económica de Alemania entre 1910 y 1935, con disgresiones sobre la historia de la Revolución Rusa y, sobre todo, de la Internacional Comunista antes de la muerte de Lenin. Es una historia de las corrientes del pensamiento económico que aparecieron en nuestro país a partir de 1930 y una historia del antiperonismo de izquierda, así como una magnífica cronología de la celebrada Escuela de Frankfurt, su transformación ideológica, sus peleas intestinas y, por último, una reflexión sobre el impacto que el antisemitismo hitleriano y el triunfo yanqui en la Segunda Guerra Mundial impusieron sobre el pensamiento de las élites académicas. Todo eso.

Como se ha sabido por los diversas entrevistas periodísticas hechas al autor, el mote del título se refiere a Felix Weil, un argentino de origen judío alemán, hijo de uno de los grandes comerciantes de granos de nuestro Centenario, educado en Alemania quien desde la adolescencia adscribió a las ideas más radicales del marxismo alemán, en tiempos en que Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht confrontaban con el reformismo de Augusto Bebel y Karl Kautsky. Este apasionante escenario le permitió a Rapoport adentrarse en una fascinante investigación que necesariamente le permite describir los vericuetos íntimos del comercio de granos desde 1890 hasta la Primera Guerra, el relativamente desconocido papel jugado por la burguesía alemana de tiempos del Kaiser en este negocio y la complejidad de una economía que no se reducía tan sólo a la vinculación entre la oligarquía agrícolo-ganadera y el Reino Unido.

 

Europa en guerra y en revolución

 

La investigación de Rapoport se adentra también en el rumbo de la frustrada Revolución Alemana de 1919 y los años de la República de Weimar, así como en el análisis de las consecuencias que el Tratado de Versalles tuvo sobre la economía alemana, en especial, y sobre la norteamericana y europea, en general. Del relato de estos años surge con luz especial el impacto que la Revolución de Octubre tuvo en el pensamiento europeo occidental y el papel de la Internacional Comunista en tiempos en que Grigori Zinóviev -asesinado en las purgas stalinistas- era su Secretario General. Y la vida de Felix Weil es el hilo conductor de cada uno de estos momentos que han sido cruciales para el desarrollo histórico del mundo antes del estallido de 1939. Joven agitador marxista en las universidades alemanas, delegado de la Internacional Comunista en la Argentina, a la vez que alto empleado de Hermann Weil y Cía., la exitosa empresa exportadora de su padre, y un precursor informe sobre el estado político y social de la clase obrera argentina con aciertos, precisiones e -inevitablemente- confusión eurocéntrica.

De ese paso por Argentina y, fugazmente, por Chile, Weil vuelve a Alemania y logra convencer a su padre que financie con su inmensa fortuna -salvada de la inflación por ser en marcos oro- la creación de la Escuela de Investigación Social, un instituto de estudios marxistas independientes, y que se hizo famosa con el nombre de Escuela de Frankfurt, a cuya Universidad se encontraba asociada. Y junto al porteño Weil aparecen los nombres de Georg Lukács, Karl Korsch, Friedrich Pollock y el gran pintor expresionista George Grosz. Aparecen, como en una película histórica, las relaciones entre Weil y el creador del Instituto Marx-Engels, de la URSS, David Riázanov, también víctima del temible georgiano. Fue el Instituto de Investigaciones Sociales, con el dinero de Weil, el que logró que Riázanov publique los famosos Grundrisse de Carlos Marx, así como los Manuscritos Económico-Filosóficos, considerada la más importante obra de su etapa juvenil.

El primer descubrimiento que deslumbra en esta compleja investigación de Rapoport es el hecho de que la prodigiosa renta diferencial generada por la fertilidad milagrosa de la pampa húmeda era de tal magnitud que fue la base material sobre la que se fundó, ni más ni menos, que la más famosa escuela del pensamiento crítico europeo y que constituyó hasta el fallecimiento de Weil, en 1975, una de sus principales fuentes de financiamiento. La renta agraria argentina y la renta diferencial pampeana, ambas usufructuadas exclusivamente por la oligarquía terrateniente y las empresas exportadoras, no permitieron tan sólo, el despilfarro “rastacuere” en París, la construcción de los exquisitos palacios del Barrio Norte o los trasplantados castillos de la provincia de Buenos Aires, sino también el mecenazgo burgués en el centro mismo de la sociedad capitalista europea. Tal fue el tamaño del histórico saqueo llevado a cabo por el parasitismo oligárquico, mientras el país profundo sufría las condiciones descriptas por Bialét Massé en su famoso informe.

 

A Estados Unidos

 

Seguir las huellas de Felix Weil a lo largo del siglo XX lo lleva a Rapoport a trasladarse a EE.UU., adonde se encaminó junto con la Escuela de Frankfurt. Sus relaciones sociales, ese discreto encanto de la oligarquía pampeana, pudieron más que sus juicios sobre el capitalismo y el incipiente socialismo soviético. Este niño bien, millonario desde muy joven, gracias a la herencia de su madre, fue también uno de los asesores del gobierno fraudulento de Agustín P. Justo y de su ministro Federico Pinedo -otro entusiasta juvenil de las obras de Carlos Marx- en la redacción de la ley de Impuesto a los Réditos, el primer antecedente del Impuesto a las Ganancias, y primer impuesto directo aplicado en la Argentina.

El libro de Rapoport se mete también con los trabajos de un Weil más maduro donde expresa un furibundo antiperonismo, si bien en todos sus trabajos considera que la clase terrateniente ganadera es el mayor impedimento que la Argentina tiene para lo que él considera un necesario proceso de industrialización. La experiencia bajo el nazismo, sus amistades argentinas -como Raúl Prebisch- y el deslumbramiento que en la posguerra produce el “rooseveltismo” y la sociedad norteamericana, convierten a Weil en un predecesor del pensamiento que luego se conocerá como “desarrollismo”: la idea que el imperialismo norteamericano es la clave para industrializar a nuestro país.

De pasada, Rapoport se la toma con Milcíades Peña, quien encuentra en el libro El Enigma Argentino, de Weil, escrito en 1944, datos y antecedentes para fundamentar también su antiperonismo acérrimo y la peregrina tesis de que Perón era un agente inglés. Tanto en Weil como en Peña, su admiración por EE.UU. y su mirada conmiserativa sobre nuestras propias posibilidades de desarrollo autónomo los llevaron a una profunda incomprensión sobre nuestro más trascendente fenómeno político: el peronismo.

Estos últimos capítulos del libro de Rapoport son muy interesantes y abren ricas posibilidades de reflexión, en la medida en que en los artículos y conferencias de los últimos años de Weil, cercano al partido Demócrata, se ven y presuponen algunas tendencias que hoy, a casi 40 años del fallecimiento del biografiado, conforman gran parte de las propuestas de los sectores conservadores.

 

Como nota final

 

La vida de Felix Weil, su periplo por todo el mundo occidental, sus relaciones juveniles, su fortuna, su vida amorosa, sus aciertos y sus errores, contados por Mario Rapoport, dejan en el lector la idea de que en ese libro está el material para una gran película sobre el siglo XX desde una perspectiva argentina. El Bolchevique de Salón es el mejor libro del año en un terreno tan árido como la historia de la economía.

Introducción

 

Bolchevique de Salón, el último libro del doctor Mario Rapoport, posiblemente el mejor historiador económico de la Argentina, debería ser considerado un verdadero acontecimiento en las librerías de todo el país.

El grueso volumen, escrito con prosa diáfana y hasta con la tensión dramática de una novela, reúne varios géneros: es una biografía de un personaje desconocido en general, pero que Rapoport rescata hasta convertirlo casi en paradigmático. Es una historia de la Argentina agroexportadora y una historia política y económica de Alemania entre 1910 y 1935, con disgresiones sobre la historia de la Revolución Rusa y, sobre todo, de la Internacional Comunista antes de la muerte de Lenin. Es una historia de las corrientes del pensamiento económico que aparecieron en nuestro país a partir de 1930 y una historia del antiperonismo de izquierda, así como una magnífica cronología de la celebrada Escuela de Frankfurt, su transformación ideológica, sus peleas intestinas y, por último, una reflexión sobre el impacto que el antisemitismo hitleriano y el triunfo yanqui en la Segunda Guerra Mundial impusieron sobre el pensamiento de las élites académicas. Todo eso.

Como se ha sabido por los diversas entrevistas periodísticas hechas al autor, el mote del título se refiere a Felix Weil, un argentino de origen judío alemán, hijo de uno de los grandes comerciantes de granos de nuestro Centenario, educado en Alemania quien desde la adolescencia adscribió a las ideas más radicales del marxismo alemán, en tiempos en que Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht confrontaban con el reformismo de Augusto Bebel y Karl Kautsky. Este apasionante escenario le permitió a Rapoport adentrarse en una fascinante investigación que necesariamente le permite describir los vericuetos íntimos del comercio de granos desde 1890 hasta la Primera Guerra, el relativamente desconocido papel jugado por la burguesía alemana de tiempos del Kaiser en este negocio y la complejidad de una economía que no se reducía tan sólo a la vinculación entre la oligarquía agrícolo-ganadera y el Reino Unido.

 

Europa en guerra y en revolución

 

La investigación de Rapoport se adentra también en el rumbo de la frustrada Revolución Alemana de 1919 y los años de la República de Weimar, así como en el análisis de las consecuencias que el Tratado de Versalles tuvo sobre la economía alemana, en especial, y sobre la norteamericana y europea, en general. Del relato de estos años surge con luz especial el impacto que la Revolución de Octubre tuvo en el pensamiento europeo occidental y el papel de la Internacional Comunista en tiempos en que Grigori Zinóviev -asesinado en las purgas stalinistas- era su Secretario General. Y la vida de Felix Weil es el hilo conductor de cada uno de estos momentos que han sido cruciales para el desarrollo histórico del mundo antes del estallido de 1939. Joven agitador marxista en las universidades alemanas, delegado de la Internacional Comunista en la Argentina, a la vez que alto empleado de Hermann Weil y Cía., la exitosa empresa exportadora de su padre, y un precursor informe sobre el estado político y social de la clase obrera argentina con aciertos, precisiones e -inevitablemente- confusión eurocéntrica.

De ese paso por Argentina y, fugazmente, por Chile, Weil vuelve a Alemania y logra convencer a su padre que financie con su inmensa fortuna -salvada de la inflación por ser en marcos oro- la creación de la Escuela de Investigación Social, un instituto de estudios marxistas independientes, y que se hizo famosa con el nombre de Escuela de Frankfurt, a cuya Universidad se encontraba asociada. Y junto al porteño Weil aparecen los nombres de Georg Lukács, Karl Korsch, Friedrich Pollock y el gran pintor expresionista George Grosz. Aparecen, como en una película histórica, las relaciones entre Weil y el creador del Instituto Marx-Engels, de la URSS, David Riázanov, también víctima del temible georgiano. Fue el Instituto de Investigaciones Sociales, con el dinero de Weil, el que logró que Riázanov publique los famosos Grundrisse de Carlos Marx, así como los Manuscritos Económico-Filosóficos, considerada la más importante obra de su etapa juvenil.

El primer descubrimiento que deslumbra en esta compleja investigación de Rapoport es el hecho de que la prodigiosa renta diferencial generada por la fertilidad milagrosa de la pampa húmeda era de tal magnitud que fue la base material sobre la que se fundó, ni más ni menos, que la más famosa escuela del pensamiento crítico europeo y que constituyó hasta el fallecimiento de Weil, en 1975, una de sus principales fuentes de financiamiento. La renta agraria argentina y la renta diferencial pampeana, ambas usufructuadas exclusivamente por la oligarquía terrateniente y las empresas exportadoras, no permitieron tan sólo, el despilfarro “rastacuere” en París, la construcción de los exquisitos palacios del Barrio Norte o los trasplantados castillos de la provincia de Buenos Aires, sino también el mecenazgo burgués en el centro mismo de la sociedad capitalista europea. Tal fue el tamaño del histórico saqueo llevado a cabo por el parasitismo oligárquico, mientras el país profundo sufría las condiciones descriptas por Bialét Massé en su famoso informe.

 

A Estados Unidos

 

Seguir las huellas de Felix Weil a lo largo del siglo XX lo lleva a Rapoport a trasladarse a EE.UU., adonde se encaminó junto con la Escuela de Frankfurt. Sus relaciones sociales, ese discreto encanto de la oligarquía pampeana, pudieron más que sus juicios sobre el capitalismo y el incipiente socialismo soviético. Este niño bien, millonario desde muy joven, gracias a la herencia de su madre, fue también uno de los asesores del gobierno fraudulento de Agustín P. Justo y de su ministro Federico Pinedo -otro entusiasta juvenil de las obras de Carlos Marx- en la redacción de la ley de Impuesto a los Réditos, el primer antecedente del Impuesto a las Ganancias, y primer impuesto directo aplicado en la Argentina.

El libro de Rapoport se mete también con los trabajos de un Weil más maduro donde expresa un furibundo antiperonismo, si bien en todos sus trabajos considera que la clase terrateniente ganadera es el mayor impedimento que la Argentina tiene para lo que él considera un necesario proceso de industrialización. La experiencia bajo el nazismo, sus amistades argentinas -como Raúl Prebisch- y el deslumbramiento que en la posguerra produce el “rooseveltismo” y la sociedad norteamericana, convierten a Weil en un predecesor del pensamiento que luego se conocerá como “desarrollismo”: la idea que el imperialismo norteamericano es la clave para industrializar a nuestro país.

De pasada, Rapoport se la toma con Milcíades Peña, quien encuentra en el libro El Enigma Argentino, de Weil, escrito en 1944, datos y antecedentes para fundamentar también su antiperonismo acérrimo y la peregrina tesis de que Perón era un agente inglés. Tanto en Weil como en Peña, su admiración por EE.UU. y su mirada conmiserativa sobre nuestras propias posibilidades de desarrollo autónomo los llevaron a una profunda incomprensión sobre nuestro más trascendente fenómeno político: el peronismo.

Estos últimos capítulos del libro de Rapoport son muy interesantes y abren ricas posibilidades de reflexión, en la medida en que en los artículos y conferencias de los últimos años de Weil, cercano al partido Demócrata, se ven y presuponen algunas tendencias que hoy, a casi 40 años del fallecimiento del biografiado, conforman gran parte de las propuestas de los sectores conservadores.

 

Como nota final

 

La vida de Felix Weil, su periplo por todo el mundo occidental, sus relaciones juveniles, su fortuna, su vida amorosa, sus aciertos y sus errores, contados por Mario Rapoport, dejan en el lector la idea de que en ese libro está el material para una gran película sobre el siglo XX desde una perspectiva argentina. El Bolchevique de Salón es el mejor libro del año en un terreno tan árido como la historia de la economía.



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